Luego de un largo descanso bajo la sombra de un árbol, me desperté, todavía muy cansada busqué entre mis cosas algo de comer pero no tenía nada, faltaban horas todavía hasta llegar el próximo pueblo y mi estómago me pedía a gritos o mejor dicho a retorcijones ser llenado. Me levanté con las pocas energías que me quedaban y empecé a caminar. A lo lejos un tanto borroso divisé algo, era un pequeño pueblito en realidad parecía como si no hubiera estado siempre ahí, pero al parecer fue la suerte del destino me llevó hasta este lugar.
El día era soleado, el césped verde brillaba como algún tipo de piedra preciosa, los colores de las flores eran muy encendidos llenos de vida, por lo que llamaban la atención dentro de este paisaje espectacular. Todo estaba muy tranquilo, se sentía en el aire una especie de serenidad. Seguí mi camino hasta llegar a una escena más increíble todavía. En todo el pueblo las casa estaban construidas exactamente igual cada una era una réplica exacta de la otra. Las casas eran chocitas, con techo de paja y el resto madera. Mientras recorría este lugar vi un pozo al que bellas mujeres iban con sus cántaros a recoger agua, mientras los esposos trabajan en el campo. Era como cualquier pueblito pero al mismo tiempo no era como ninguno; se sentía en él algo muy especial.
Apenas llegué al pueblo me atendieron muy bien, me sirvieron un vaso con una bebida exquisita, en seguida me buscaron un lugar donde pasar la noche. Yo me relajaba mientras observaba cómo se desarrollaban sus vidas en la cotidianidad. Varias veces niños se me acercaron a hacerme preguntas, a jugar conmigo y a llevarme a conocer sus diferentes aficiones. Conocí el lago donde pasaban la mayor parte de su tiempo jugando, en este había una cascada pequeña de la cual brotaba el agua completamente transparente, esta gente vivía en un verdadero paraíso, todo lo que los rodeaba parecía ser perfecto. El sol se estaba poniendo y decidí regresar con los pequeños al pueblo, estos eran cada vez más, me sorprendió mucho ver tantos niños de un momento a otro sólo empezaron a llegar más y más.

El camino de regreso fue muy sencillo, no muy lejos se veían antorchas prendidas, como para algún tipo de ritual. Lo primero que me cruzó por la cabeza fue que esta noche al parecer no iba a poder dormir bien. Con esto en la cabeza solo me quedó acercarme y ver de qué se trataba el acontecimiento, ya que parecía ser algo muy importante.
Con deseos sólo de dormir un poco, ya que había tenido un día muy ajetreado, pregunté a la señora que me acogió en su hogar cuál era el motivo de tanto alboroto. Ella me contó que era tradición cada vez que se aproximaba un nacimiento se debía hacer una ritual para celebrar la llegada al mundo del pequeño. Parecía algo muy lógico, este era un pueblo muy pequeño en el que todos se conocían porqué no unirse todos a celebrar el nacimiento del niño. Mientras bebíamos un café la señora continuó explicándome. El ritual consistía en el sacrificio de un animal del que luego la familia del recién nacido se hastiaría en la cena.

Al escuchar esto por un momento la sangre se me heló y sentí un escalofrío que corrió por tos mi espalda hasta la nuca. Me acababa de dar cuenta que durante todo el día no había visto ni el rastro de un solo animal en este lugar, y no sólo eso, hasta ahora de toda la comida que me ofrecieron ninguna era hecha a base de carnes. Como era de esperarse la curiosidad me mataba, por lo que seguí preguntando. Poco a poco fui descubriendo que se trataba de un ritual llamado “el Póhef”. La segunda taza de café se acababa mientras la amable señora me decía:
-El consumo de carnes era limitado, sólo para recibir a los recién nacidos. Este sacrificio se hace en honor a “Legere”, este no es nuestro dios, es un ente maligno que se robaría la inteligencia del niño si no le daban gusto.

Mientras la anciana me hablaba, a pesar de las dos tazas de café empecé a sentir mucho sueño, entre dormida y despierta escuché unas últimas palabras.

- La falta de vida animal en este lugar ocurre porque cada semana hay un nacimiento y conseguir carne es cada vez más difícil por lo que ya no comemos esta.

- Muchas gracias, es lago muy interesante -le dije- podría por favor indicarme dónde puedo asearme, estoy muy cansada y creo que ya debo ir a dormir.

Al salir de la cabaña todo el pueblo estaba muy alborotado, había gran conmoción porque los padres del niño próximo a nacer no encontraron ningún tipo de carne para hacer el sacrificio debido. Proseguí luego de mi baño a la cabaña donde dormiría, ya echada podía escuchar los comentarios de la gente que andaba todavía por ahí:

-No han podido conseguir lo necesario para el sacrificio, nada bueno puede salir de esto.

-Legere se enfadará, ahora su hijo nacerá tan tonto, que será la vergüenza de la familia.
Entre los murmullos de la gente me preparaba para ir a dormir, ya que por ser extranjera y no ser parte de la familia del niño, no se me permitía ver el ritual. Alrededor de las 8 de la noche mientras estaba ya acostada en la cama empecé a sentir un frío que me helaba hasta los huesos. Un viento extremadamente fuerte se llevó el techo de la choza donde estaba. Empecé a escuchar gritos y salí corriendo, los árboles volaban las personas trataban de refugiarse como podían. El recién nacido lloraba sin parar como si no hubiera mañana. Entre tanta confusión y desconcertada traté de correr y alcanzo a divisar un pedazo de madera gigante volador que se dirigía a mí traté de esquivarlo pero era demasiado tarde.
A la mañana siguiente me desperté porque me sentía un tanto incómoda y adolorida. Al abrir los ojos, mi sorpresa fue grande al darme cuenta que no quedaba nada a mi alrededor. Las chozas, las plantas, los árboles, nada estaba ahí, ni la gente; no había rastro alguno de vida en este lugar. Todavía desorientada me levanté y me encontraba bajo un árbol, el mismo que el día anterior me cobijó con su sombra. No comprendía que pasaba todo parecía tan real, ¿y el golpe? todavía sentía un dolor de cabeza tremendo.

Algo confundida y asustada retomé mi rumbo, mientras me alejaba de ese extraño lugar, escuché aquel ruido intenso de anoche, al darme la vuelta vi una figura que se desvanecía con la brisa, ¿será Legere que ahora viene por mí?, nuevamente un escalofrío recorrió mi cuerpo. Seguí mi camino sin mirar atrás, esperando nunca más volver a sentirme así.