Se enamoró de ella mientras bailaba, sus ojos verdes brillaban como dos luciérnagas en una noche oscura, sus labios eran de un color rojo encendido como cerezas jugosas. Ahora se encontraba anonadado con una carta en la mano y no podía creer lo que estaba sucediendo. Recordó aquella noche, cuando lo hechizó con sus encantos y simplemente quedó idiotizado al verla bailar.

Ya la había visto antes pero siempre se sintió avergonzado de acercársele, por dos meses no había echo nada mas que observarla, pero hoy todo eso iba a cambiar. Después de algunas bebidas anti-cobardía empezó a caminar hacia ella. Su cuerpo se sacudía de un lado a otro al mismo ritmo que su oscuro cabello que por momentos dejaba ver ese exquisito escote en su espalda. Su vestido rojo, tan rojo como sus labios, la hacía ver como una diosa que sobresalía entre la multitud. Todo parecía suceder en cámara lenta ¿Qué le iba a decir? ¿Cómo reaccionaría ella? Una serie de interrogantes cruzaba por su cabeza, pero ya estaba ahí, frente a ella. La miró por un rato y finalmente se atrevió a decir:

- Hola, ¿quieres bailar?
Ella lo miró con una sonrisa y enseguida le contestó -Por supuesto, pero antes dime tu nombre
- Soy Alejandro, cuál es el tuyo.
- Soy Erica. Vamos, bailemos esta canción me gusta mucho.

Durante horas bailaron, parecían conocerse desde hace años, por ratos se sentaban a conversar y a beber algo para seguir divirtiéndose. Fue una noche inolvidable. Al día siguiente Alejandro, algo ansioso la volvió a encontrar en el mismo bar, a la misma hora. La rutina era la igual cada fin de semana: él llegaba, se tomaba algunos tragos y la invitaba a bailar. Fue así por seis meses más hasta que ella accedió a encontrarse con él en otro lugar.

Al día siguiente fueron a cenar a un hermoso restaurante, al verla llegar Alejandro le dio un beso en la mejilla.

- Gracias por venir esta noche, te ves hermosa como siempre.
Por primera vez Erica se sonrojó, sus labios se tornaron de un color más rojizo que el de costumbre:
- No pensaba venir en realidad, no estoy acostumbrada a hacer este tipo de cosas. Me pareces un tipo interesante vale la pena hacer el intento
- Eres muy sincera y directa, realmente no me esperaba esta repuesta.
- No te preocupes- dijo mientras se reía- pero debes tener cuidado, no soy lo que parezco.
- Será un riesgo que estoy dispuesto a tomar.

Alejandro prefirió no comentar nada más al respecto. La velada fue tranquila y sin incidentes, cenaron conversaron y se rieron. Más tarde, al despedirse, Erica se acercó a Alejandro, lo besó y le lanzó un pícaro –Nos vemos- Luego sólo despareció entre la oscuridad de la noche mientras, Alejandro si saber qué hacer, se fue a su casa caminando. En ese momento se dio cuenta de que ésta era la mujer de su vida, lo hacía sentir como si flotara y era demasiado hermosa para ser cierto.


La relación marchaba de maravilla, cada fin de semana Alejandro la invitaba a bailar y Erica feliz aprovechaba cada instante como si fuera su último. Nunca se cansaba, bailaba y bailaba sin parar. En muchas ocasiones Alejandro estaba tan cansado que sólo se sentaba a beber mientras ella seguía sacudiéndose en la pista. Cuando Erica regresaba, Alejandro le decía -eres hermosa, lo mejor que tengo, quiero estar contigo por siempre- y ella le devolvía el cumplido con un beso y una mirada pícara con sus hermosos ojos verdes.

Cuatro meses más pasaron, las salidas y los bailes cada vez eran menos frecuentes. Alejandro prefería pasar con sus amigos, jugar cartas y beber. Erica era del tipo de personas que no se preocupaba mucho por lo que sucedía a su alrededor mientras ella se esté divirtiendo. Al ver la actitud de Alejandro decidió que lo mejor era hablar con él.

- Alejandro, creo que no es justo que tú te diviertas mientras que yo estoy aburrida
- Yo lo sé, pero no esperes que todos los fines de semana salgamos a bailar, no tiene nada de malo que pase con mis amigos también.
- Está bien, quédate con tus amigos, yo estaré bailando.
- No puedes quedarte por lo menos un día en casa, conmigo- Alejandro ya estaba algo alterado, pero sus palabras fueron en vano, Erica ya había salido dando un portazo.

Luego de algunas horas Alejandro se puso a pensar en lo sucedido, ésta era la mujer de sus sueños, no merecía eso de él, necesitaba darle lo mejor, y la fue a buscar. Al llegar al bar donde siempre estaba ella, entró, saludó a ciertas personas y se sentó en la barra para pedir un trago. El camarero se le acercó y le dijo:

- Estaba esperando que llegues, es sobre Erica
- ¿¡Le sucedió algo!?- preguntó Alejandro asustado- No la veo por ninguna parte
- ¡No hombre! Nada de eso, estuvo aquí un rato bailando y luego te dejó esto- Extendiéndole el brazo para entregarle una carta.

Alejandro salió del bar y se puso a leer la carta, esta decía:


“Querido Alejandro,
te escribo esta carta para decirte la verdad, mientras bailaba escuché la misma canción del día que nos conocimos y me di cuenta que no te podía engañar más. Sabía que era peligroso seguir tanto en esto pero no puedo caer en la monotonía. Ha sido divertido este tiempo junto a ti pero necesito seguir mi camino, ser libre y seguir bailando. Cuando recibas esta carta ya estaré muy lejos, no te molestes en buscarme. Traté de advertirte que era un riesgo estar a mi lado.
Sé que lo entenderás.
Besos.
Erica”



La carta al final tenía un beso hecho con labial rojo, un rojo tan intenso como el que solía usar Erica. Ahí se hallaba Alejandro, parado en la vereda no sabía que pensar, su amor se había marchado y no había nada más que hacer. No le quedaba nada más que el recuerdo de su amor y esa carta. No sabía nada de ella ni dónde podría encontrarla a excepción de ese bar.