Era la mejor de su equipo, hasta ahora nadie la había podido vencer. Todos en la pista le temían. No era para menos, quién no se asustaría de ver a este monstruo de de metro ochenta acercarse hacia uno, algo muy curioso en una chica de 23 años de edad. Al ver el número 9 en su camiseta roja, acercarse a toda velocidad, sólo les quedaba rogar a sus contrincantes que sus patines funcionen como es debido. 10 años habían pasado desde que se ganó su reputación en este deporte. Quién pensaría que una pequeña con solo 13 años podría tumbar a un niño de 16 y gratuitamente volarle un par de dientes.

Este era un deporte para salvajes, uno que otro golpe eran comunes, aterrizar en la pista y que te pasen por encima también, pero solo cuando Helga alias “la Demoledora” entraba en la arena era seguro que habría sangre. Cada vez que ella agarraba el balón el público gritaba pidiendo más, más violencia, más sangre, más puntos. Era todo un espectáculo ver como esta bestia se movía con tanta agilidad y tanta determinación, era imparable. Una, dos, tres vueltas eran suficientes ¡y anotaba! Tres puntos para “Las guerreras”. No había mucha ciencia en eso sólo era cuestión de agarrar el balón, esquivar los obstáculos y encestar mientras diez personas buscan sacarte de juego a punta de empujones.

Todo era gloria y respeto para “la Demoledora” tal y como siempre lo quiso, pero una nueva rival se presentaría ante ella en el próximo encuentro, los rumores decían que la superaba en garra, pero Helga no lo creía. Decían las malas lenguas (que de esas siempre hay muchas en este deporte) que una vez había hecho volar 10 metros fuera de la pista a una chica. Otros contaban que cuando entraba a jugar parecía que un ráfaga de viento helado la acompañaba, de ahí ganó su apodo: la Gélida.

Por fin llegó el día, se encontraban frente a frente, sus miradas se cruzaron un par de veces, “la Demoledora” como de costumbre no la consideró una amenaza en lo más mínimo. Cómo podía temerle a aquella chica flaca y pálida. Comenzó la competencia, su rival tenía el balón, era su oportunidad para demostrar quién era la que mandaba. Poco a poco se iba a acercando a ella, tenía que reconocerlo, ella era rápida pero sabía que la alcanzaría y así fue. Le quitó el balón, el público enloqueció, Helga podía escuchar cómo vitoreaban su nombre. Definitivamente era la mejor de todas, pensaba mientras sentía como el viento corría por su cara. En ese momento un intenso frío la paralizó y solo sintió un fuerte golpe que la sacó de sus fantasías. Sintió como si volara a través de toda la pista.

Eso fue lo último que la legendaria “Demoledora” vio, o no vio. Su contrincante la había alcanzado, la había superado, ahora yacía inconsciente a un lado de la arena, el público enmudeció, sólo así podía acabar su legado. Ya no vestía su uniforme rojo con el número nueve, ahora solo una bolsa negra la cubriría.