María, como de costumbre hacía sus labores, subía al cerro a buscar comida, mientras su esposo Juan araba la tierra junto al ganado. Todo era muy pacífico a esas horas y ella solo pensaba en regresar a casa a preparar el desayuno para sus pequeños. Absorta en sus pensamientos por un momento se inquietó sobre la seguridad de los niños, luego pensó “ya están grandes los muchachos ahí que se valgan por sí mismos, igual la comadre está cerca”. Mientras caminaba recordaba aquellos tiempos en que la vida era realmente difícil, ahora ellos tenían una vida regalada. Cuando era apenas una muchachita de 5 años su familia sufrió muchisísimo con la aparición de los blancos. Ellos sólo querían aprovecharse de las mujeres y mataban a los hombres buenos de su pueblo. Fueron tiempos bien jodidos, como decía la abuela. Ahora por fin estaban en paz, no fue fácil pero consiguieron liberarse de tremenda tortura.

El viento rozó el cabello largo y negro de la indígena, esto le hacía recordar aquellas noches junto a la fogata y las historias del abuelo de cómo acabaron con esos blancos malditos. Lo que querían eran esas piedras brillantes que no servían mas que para jugar, y esas rocas doradas que no tenían ninguna función útil, no servia para comer, o servia para abrigarse, eran desperdicios de la naturaleza, pero se veían muy bonitos como pendientes, pensó. En fin, eso era lo único que deseaban y mi abuelo se los dio. Lugo de tantas amenazas y muertes fingió rendirse, él nunca haría eso ¡blancos brutos! Les pidió realizar una reunión en una de sus cuevas favorita, les ofreció bebidas y comida para hastiarlos y todo sería en honor a los blancos, cómo si fueran dioses, je je je… esa noche los blancos celebraron hasta más no poder, y los nuestros como si aguantan una buena celebración estaban enteritos para cuando los otros ya no podían más.

Un poco antes de amanecer, un día como hoy hace algunos años atrás, mi abuelo junto a los suyos los dejó enterrados en esa cueva y no se supo más de los blancos, nunca más en la vida.

Uno chillido a lo lejos despertó la atención de María, eran sus pequeños que lloraban del hambre. ¡Cómo van a creer estos majaderos, que malcriados! Si supieran lo que es una vida difícil.