Pensó que era la única forma de deshacerse de su esposa. No podía perdonarla después de lo que le hizo. A través de sus redondos lentes la vio, tan tranquila arreglando la casa. Lo hizo con un muggle ¡era imperdonable! No tenía escapatoria. Entonces alzó su varita y pronunció Avada Kedravra. Ella siempre sabía lo que pensaba, lo conocía demasiado bien. Momentos después yacía inerte en el suelo.