En-tumbada

Recorro un desierto donde sólo veo tumbas
Están la tuya y la mía.

Tus labios de nube me abrazaban.
Puedo verlos en el cielo
enredándose con las copas de los árboles.

Extraño aquel silencio donde nos amábamos,
ahora sólo tengo sueños truncados,
y un paisaje inexistente.

No me acerco a la luz, sino a la oscuridad.
Quiero llegar a ti,
todavía no dejo de respirar.

Estado de SHOCK

Realizo mi descenso al mundo de los sueños.
No soy más que un pasajero,
un errante, buscando repudiar mi dolor.

Oigo la música de las almas exasperadas
en un canto de rock quebrantado.
Oigo sus voces, sus llantos,
Dibujando muecas y sonrisas de dolor.

¿Por qué me seduce tan extrañamente?
Esta multitud ondulante y nocturna,
Es esa esencia de remembranzas olvidadas,
de sombras lejanas que sofocan mi dolor.

Un golpe… Otro más.
Y un corrientazo me devuelve a la realidad.

Horizonte infinito



Era un hermoso día, se podía sentir en el viento, un aroma agua salada que rozaba el rostro. El sol reflejaba sus brillantes rayos sobre las claras aguas del mar, el bote estaba listo y la familia ansiosa por partir, este era el viaje que Carla tanto esperaba. Como era costumbre todos los años viajaban a las islas de Caribe, este año ya no era tan pequeña para ir. El capitán anunció que estaba todo listo para zarpar sin pensarlo dos veces Carla corrió al bote, emocionada, esperando un viaje lleno de aventuras, así como las de los libros.

Las primeras noches no fueron para nada emocionantes, no había mucho que hacer dentro del bote y el paisaje era monótono, pero a Carla esto no le importaba, se distraía escuchando las aventuras de capitán, en el día contemplaba el verdoso mar y por las noches el negro cielo despejado el cual no mostraba más que una hermosa luna y las brillantes estrellas. Le encantaba contar estrellas, sabía que nunca podría terminar pero igual lo hacía. Siempre atenta ante cualquier novedad, soñaba despierta con piratas que vendrían a atacarla y junto a su padre pelearían contra ellos para poder apoderarse de sus tesoros. Esta era la única forma de pasar el tiempo.

Cuando ya había anochecido, la familia se encontraba reunida jugando cartas, fue en ese momento que el capitán anunció que una tormenta se acercaba, todos se refugiaron para estar a salvo. La espesa niebla no permitía divisar el rumbo que seguían, de un momento a otro se sintió un fuerte golpe y la niebla que los rodeaba desapareció descubriendo un enorme témpano de hielo.

-¿A dónde estamos? Es imposible toparnos con un témpano de hielo en medio de un clima cálido.

Mientras trataba de entender el extraño fenómeno el capitán se dio cuenta que se había roto el casco de la embarcación y el agua entraba aprisa amenizándolos con hundir el bote. Estaba cogiendo boyas y bajando el bote salvavidas cuando de un momento a otro una inmensa ola los embistió lanzando a todos al agua. Poco a poco se fueron separando el uno del otro por la fuerte corriente.

Horas después Carla se despertó, cansada y todavía algo húmeda. Se encontrándose en una pequeña cabaña, sin saber que pasaba salió y se encontró con su familia, los que estaban igual de desorientados, nadie se podía explicar lo sucedido.

- Mamá, cómo he llegado aquí, pensé que no los iba a ver nunca más.
- No lo sabemos hija, todos aparecimos aquí.

Se encontraban en una cabaña muy sencilla el techo estaba cubierto con hojas de palma y dentro no había más que una especie de catre, que es dónde Carla amaneció. Se alegraron porque al parecer había más gente en la isla, solo debían buscarlas para poder regresar a casa. Así, llenos de expectativa, empezaron a caminar y se encontraron con un anciano que parecía ser un pescador. Este se les acercó y con una sonrisa les explicó:
- Mientras salió a pescar en la madrugada los encontró y los rescató.

Ninguno entendía cómo, ya que no recordaban nada pero no hicieron mas preguntas y le agradecieron. Luego de esto el anciano les brindó algo de comer.

Carla estaba muy inquieta, se alejó un poco de su familia para ir a investigar. Después de tanto caminar encontró una cascada de esta caía un agua cristalina, la más hermosa que había visto, al acercarse descubrió una cueva detrás de ella. Al entrar vio en las paredes una simbología inentendible, parecían relojes pero en vez de marcar la hora mostraba unos signos muy extraños. Carla salió corriendo en busca de sus padres y les contó lo que había visto, ellos no le hicieron caso, estaban discutiendo con el capitán como salir de la isla. Esa noche el pescador los llevó a donde se encontraba el resto de los habitantes de la isla. Ellos estuvieron muy atentos a sus necesidades y los ayudaron ofreciéndoles ropa y brindándoles más alimentos.

La mañana siguiente buscaron al anciano para que los ayude a salir de la isla pero este, de una manera muy extraña, solo les dijo que lo único que tenían en la isla para transportarse era su canoa y que carecía de medios para comunicarse con el exterior. El capitán frustrado salió en busca del bote hundido, había llegado hasta la orilla un equipo de buceo, su embarcación debería de estar cerca.

Varias horas pasó bajo el mar hasta que encontró un avión, le pareció esto muy curioso y decidió acercarse y ver si encontraba algo de utilidad. Todo estaba destruido, lo único que halló fue una brújula aparentemente dañada, permanecía dando vueltas sin apuntar a una dirección exacta.

Después de aquel fracaso regresó a la isla, la tensión aumentaba, los habitantes al enterarse de su desesperación por irse ya no actuaban de una manera cálida sino que los miraban como extraños. La tripulación muy preocupada temía por sus vidas, reunieron los materiales necesarios para fabricar una balsa y salir lo antes posible de la isla. Esa misma noche el anciano les dijo que por su propio bien no traten de salir de la isla. El capitán tomó esto como una amenaza y preocupado reunió a todos para partir en la madrugada mientras todos dormían.

Ya estaba amaneciendo, una niebla muy espesa cubría toda la isla, caminaron hasta donde no se encontraba la población. A lo lejos divisaron un enorme buque, llenos de felicidad empezaron a gritar y saltar haciendo señas pero el barco no parecía moverse, mientras más se acercaban se dieron cuenta que el buque estaba inmóvil y fue ahí cuando el capitán distinguió el nombre “Reliable”, un buque de carga que había desaparecido hace 20 años sin dejar rastro. Colocó ambas manos sobre su cara ya comprendía porqué los habitantes se comportaban de una manera tan extraña, y recordó la brújula que no apuntaba a ninguna dirección. Las palabras de su padre vinieron a su cabeza, “hay una parte del océano a la que no te debes acercar, es el Triángulo maldito”, nunca iban a salir de ahí.